El escudo de armas del Inca Garcilaso de la Vega lleva:
Escudo partido.
1: terciado en faja; 1º en campo de plata tres fajas ondeadas de azur y bordura componada de castilla y León (de Vargas); 2º en campo de oro cinco hojas de higuera de sinople puestas en aspa (de Figueroa); 3º partido a) en campo de plata tres fajas jaqueladas en cuatro órdenes de oro y gules, cargadas cada una de un filete de sable (de Sotomayor) y b) cuartelado en aspa: 1º y 4º, en campo de sinople una banda de gules perfilada de oro; 2º y 3º: en campo de oro la salutación angélica: «AVE MARIA GRATIA PLENA», en letras de azur (de Mendoza de la Vega).
2: en campo de azur, la corona o "llautu" de oro con la borla imperial de los incas, sostenida a sus extremos por dos culebras de plata con su colas enlazadas, el todo acompañado en jefe de un sol de oro a diestra y una luna creciente de plata a siniestra.
El llautu, en lengua quechua, era una diadema tejida de lana, con variados colores, que se lucía ceñida a la cabeza para identificar de qué provincia era cada cual, como hacen los escoceses con su tartán (tejido escocés) que identifica por los colores de la falda o "kilt" a cada clan o tribu.
La borla o "mascaichapa", que aparece como un colgante en el centro del "llautu" es el penacho de plumas del Inca.
Lema: CON LA ESPADA Y CON LA PLUMA.
"COMENTARIOS REALES"
A los 400 años de su publicación en 1609.
El Inca Garcilaso de la Vega, afamado escritor de las Indias del Perú. Considerado como el primer americano ilustre en el Arte de la LITERATURA.
Se le califica como el príncipe de los escritores del nuevo mundo.
Nació en el Cusco el 12 de abril de 1539, hijo del Capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas y de la Palla Chuimpu Ocllo, bautizada como Isabel y miembro de la Familia Imperial incaica por ser nieta del emperador Tupac Yupanqui y hermana del Inca Huayna Cápac, emperador del "reino los cuatro suyos" o Tahuantinsuyu, nombre del imperio en la lengua nativa del Perú, el Quechua.
En la relación de la descendencia de los Garci Pérez de Vargas, Garcilaso de la Vega escribe.....
"...El hijo tercero de Alonso de Hinostrosa de Vargas y de Doña Blanca de Sotomayor , fue Garsilaso de la Vega, mi señor y padre [...], Húbome en una india llamada en Doña Isabel Palla Chimpu Ocllo, [...] fue hija de Huallpa Tupac Inca, hijo legítimo de Tupac Inca Yupanqui y de la Coya Mama Ocllo, su legítima mujer, y hermana de Huayna Inca, último Rey natural que fue en aquel Imperio llamado Perú, [...] como la dedicatoria de nuestro León Hebreo lo dije largamente a persona y casa deseo amén,
de Córdoba y desta pobre casa de alquiler 5 de mayo de 1596 años.
A la majestad Católica y se dirá más largamente en la propia historia del origen y descendencia de aquellos Reyes Incas, en la cual si Dios nos da salud [...] Nuestro señor guarde a V.M. y ponga en la felicidad que a Vuestro Inca Garcilaso de la Vega
Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, (costumbre de época) apellidos ilustres del mayor de sus tíos paternos y de otros antepasados que pertenecieron a la Casa de Feria; nombre que luego dejó de lado.
Durante sus primeros años estuvo en estrecho contacto con su madre y con lo más selecto de la nobleza incaica, accedió a la instrucción de los "amautas" o sabios incas versados en la mitología y cultura inca.
Su ayo, Juan de Alcobaza, le había enseñado a leer y a escribir, tenía de profesor de latín al Lic. Juan de Cuéllar quien le dio una excelente formación literaria y estilística así como nociones de costumbres españolas y doctrina cristiana.
Los quipucamayos del Cusco lo adiestraron en la lectura de "quipus" y en el quechua, lengua que hablaba a la perfección. Estudió en el colegio de Indios Nobles del Cusco, el Inca Garcilaso de la Vega, recibió una esmerada educación al lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro, mestizos e ilegítimos como él.
Garcilaso, vivió su niñez en el Cusco en una casa amplia, muy visitada por sus parientes indios, tenidos y reputados por "panakas", por ser nobles de sangre real, descendientes del sol, de quienes aprendió muchas narraciones sobre el origen de los Incas, sus conquistas, leyes y costumbres y las características de su reinado.
En 1552 su padre se vio obligado, por la corona española, a contraer matrimonio con Luisa Martel de los Ríos, dama recién llegada al Perú. Garcilaso tenía 12 años y fue separado de su madre, quien después contrajo matrimonio con el Capitán Juan de Pedroche y tuvo dos hijas, sus medio hermanas, Luisa de Herrera y Ana Ruiz.
Su padre fue Corregidor del Cusco hasta 1556. Garcilaso, emprendió algunos viajes por diferentes partes del Alto Perú, residió en Potosí y en la comarca de Cochabamba.
En 1557 murió su padre y todo se trastornó en la familia; los bienes pasaron a las dos hijas legítimas con Luisa Martel, las que murieron jóvenes, Garcilaso heredó un legado de cuatro mil pesos de oro y plata que le fuera asignado por testamento "...por el amor que le tengo, por ser, como es mi hijo natural...".
Así es que decidió viajar a España, deseoso de mejorar la condición propia y la de sus hermanos mestizos y su madre, presentando una petición al Consejo de Indias.
Antes de partir visitó al Corregidor del Cusco, Polo de Ondegardo, que le permitió conocer las momias de cinco monarcas, sus antepasados; Garcilaso entró en las piezas en que estaban depositadas y tocó la rígida mano del emperador Huayna Cápac.
A los veinte años de edad, en 1560, ya estaba en Sevilla, luego pasó a Montilla, a casa de su tío paterno el Capitán Alonso de Vargas, casado con Luisa Ponce de León y sin hijos, quienes lo adoptaron.
Se dedicó al comercio y presentó una solicitud al Consejo de Indias, pidiendo la concesión de una pensión en razón de los méritos de su padre, pero le fue denegada. Irritado ante este fracaso en 1563 obtuvo permiso para regresar al Perú, viaje que pospuso indefinidamente por el nacimiento de su único hijo conocido, llamado Diego de Vargas, que lo heredaría; pero al que no menciona en sus obras.
En 1564 sirvió de soldado en las guarniciones de Navarra, al lado de su pariente y protector el Marqués de Priego. En 1568 intervino en la campaña contra los moros sublevados en las Alpujarras cercanas a Granada, con el grado de Capitán. Por esa época comenzó a escribir para "lograr bien el tiempo con honrosa ocupación y no malograrlo en ociosidad, madre de vicios".
En España, aprendería el italiano, su cuarta lengua. Leyó en italiano a Abarbanel de Nápoles más conocido como León el Hebreo; tradujo al castellano sus tres "Diálogos del Amor", obra humanística, filosófica y sutil, de la escuela metafísica neoplatónica, que tanto influyó en la mística española.
Comenzó la "Historia de la Florida del Inca" donde recoge los principales hechos de la vida de heroicos caballeros españoles e indios, trabajo que es calificado de "Epopeya en Prosa".
En 1570 murió su tío Diego de Vargas dejándole una regular herencia, con la expresa condición de que las rentas que produjere serían de su viuda Doña Luisa hasta su fallecimiento.
En 1574 recibió la noticia de la muerte de su madre en el Cusco, de quien tenía catorce años de separado; ella le dedicó en su testamento un "recuerdo especial".
En 1586 su tía lo llamó a vivir junto a ella, permitiéndole administrar los bienes de la herencia ante la imposibilidad de hacerlo ella misma. Garcilaso había empezado a disponer de tiempo suficiente para la investigación histórica. Dos años después murió su tía en Montilla y Garcilaso se mudó a Córdoba.
"... Yo, incitado del deseo de conservar las antiguallas de mi patria, esas pocas que han quedado porque no se guardan del todo, me dispuse al trabajo tan excesivo como aquí me ha sido y delante me ha de ser, al escribir su antigua república hasta acabarla, y porque la ciudad del Cozco, madre y señora della no quede olvidada en su particular, determiné dibujar en este capítulo la descripción della, sacada de la misma tradición que como a hijo natural me cupo y de lo que yo con propios ojos vi..."
Allí tuvo libros y pudo consultar a numerosos viajeros de las indias, además consiguió la aprobación de su traducción de los tres "Diálogos del Amor" que publicó en Madrid en 1590, con una dedicatoria al Rey Felipe II, firmada con su nuevo nombre "Ynca Garcilaso de la Vega", expresión auténtica de un mestizaje racial y cultural.
Vivía en una casa de la parroquia de Santa María la Mayor o el Sagrario, no lejos del palacio de sus parientes los Suárez de Figueroa. Ordenado de Clérigo, gozando de la amistad de gentes de letras, pero con achaques y mala salud. Entonces inició "Los Comentarios Reales de los Yncas", que dividirá en dos partes y trata sobre "El origen de los incas, reyes que fueron del Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra; de sus vidas y conquistas y de todo lo que fue aquel imperio y su república antes que los españoles pasaran a él".
Su privilegiada memoria le servía de mucho, se escribía con parientes y amigos manteniendo noticias para sus escritos. Los peruanos llegados a España no dejaban de visitarlo, los atendía con cierto lujo, usaba vajilla de plata sobredorada, elegantes aposentos, tenía diversas armas y hasta seis criados.
En 1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde, según instrucciones, debe de ser enterrado, falleció cuatro años después el 22 abril de 1616, a los 77 años de edad, fue sepultado en la Capilla de las Animas de la Mezquita Catedral de esa ciudad, donde reposa bajo los blasones de Vargas, Suárez de Figueroa, Saavedra y Lasso de la Vega, resaltado por el "Llauto" (Turbante del Inka, fino tocado entretejido de varios colores y adornado con plumas de "quriq’inti" o plumas proyectadas en forma de penacho) de la Casa Imperial de los Incas del Perú. En la actualidad parte de sus restos están en el Cusco, como le corresponde por su condición de peruano y miembro de la Casa Imperial.
En aquella capilla de España sus albaceas grabaron esta lápida:
"El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. De las Casas de los duques de Feria e Infantado y de Elisabeth Palla, hermana de Huayna Cápac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida. Tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios reales. Vivió en Córdoba con mucha religión. Murió ejemplar: dotó esta capilla. Enterróse en ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos perpetuos los señores Deán y Cabildo de esta santa iglesia. Falleció a 22 de abril de MDCXVI."
El 25 de noviembre de 1978 el Rey Juan Carlos I de España hizo la entrega de una urna conteniendo parte de sus cenizas, las que reposan actualmente en la Catedral del Cusco.
Estas son algunas palabras de Su Majestad el Rey JUAN CARLOS I, al depositar en la Catedral de Cusco las cenizas del Inca Garcilaso de la Vega:
"Señor Prefecto del Departamento, señores Arzobispo y Alcalde del Cusco, autoridades, señoras y señores, hemos venido a rendir, en la figura eximia de Garcilaso, un homenaje, profundo y sentido, al mestizaje. Desde la Catedral de Córdoba -mezquita de las mil columnas en su origen-, donde, por expresa manifestación de su voluntad, reposan sus restos en una capilla por él donada, llegamos a esta imponente catedral del Cusco con una parte de sus cenizas. Dos iglesias arzobispales se hermanan así hoy, por virtud de los restos de un varón memorable de las armas y de las letras, como hermanados estuvieron dos pueblos que supieron de grandezas. En esa ciudad imperial que fue el Cusco del siglo XVI, la historia discurría por caminos trascendentes para América y para España. Fundidas las sangres de dos continentes, un capítulo decisivo se abría para la humanidad, porque nacía también una realidad que abarca hoy más de veinte naciones. Un pueblo como el español, veterano durante siglos de mestizajes biológicos y culturales en su propio solar, trasladaba sus tradiciones vitales al nuevo mundo recién descubierto. Y a su impulso un nuevo hombre nacía, en América, como promesa singular y fecunda.
El Inca Garcilaso de la Vega es la encarnación temprana de ese gran mestizaje y de su primer reflejo en nuestra literatura.
Cronista sublime, con su estilo claro y sencillo de gran escritor, abre con broche de oro la aportación americana a la común historia de nuestras letras. Sus Comentarios Reales, testimonio vivo e inmediato de las grandezas incaicas, contribuyeron al primer esfuerzo por difundir en el viejo continente el conocimiento de una América recién descubierta. Su obra describe el ayer de sus antepasados, los incas, de los que se siente profundamente orgulloso. Al estar hoy aquí, en el Cusco, histórica capital que Garcilaso llevó en su corazón, cuando a España se trasladó a los veinte años, el momento es propicio para evocar el pasado.... Al entregaros hoy estas cenizas del Inca Garcilaso de la Vega, como Rey de España y en nombre de mi patria, quiero hacer patente esa nuestra solidaridad mestiza y el compromiso que ello representa. Más que de una dimensión biológica, se trata además, y sobre todo, de una vigencia cultural. Garcilaso, símbolo real de esa evidencia, queda, así en América como en España, como testimonio ejemplar. Señor Alcalde del Cusco, quiero agradeceros, en nombre de la Reina y en el mío, este fraternal recibimiento y el honor que nos dispensáis al declararnos huéspedes ilustres de la ciudad, con la entrega de sus llaves.
Admirados por la riqueza de vestigios históricos y artísticos de vuestra monumental capital, comprobamos la justicia de la fama turística de que goza. Al contemplar la ciudad desde la altura, vuelve al recuerdo la frase de Cieza de León: «El Cusco tuvo gran manera y calidad; debió ser fundado por gente de gran ser.» Pienso que tenía razón."